Agua y aceite. La cualidad conocida por tod@s de estas dos terrenales sustancias, parece ser que es desconocida por nuestra vetusta Institución eclesiástica. Y deberíamos conocerlas, ya que sus Eminencias (entre sus muchas y mundanas actividades) andurrean extasiados entre santos óleos, sus divinos olores a rosa y las flamígeras luminarias de cera que los flambean. ¡Ah, por Dios!, ese divino éxtasis que lleva a la mística levitatoria. ¡Que me pierdo al principio! Prosigamos.
Agua y aceite. Ciencia y religión. Olvido y memoria. Ruido y silencio. El premio Nobel de Medicina 2010, ha recaído en el científico británico Robert Edwards (Manchester, 1925) por su trabajo sobre "el desarrollo de la fertilización in vitro en los años 50", que ha supuesto "un hito en la medicina moderna", según el Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia). "Sus hallazgos han hecho posible el tratamiento de la infertilidad, un problema médico que afecta a una parte importante de la Humanidad, incluyendo a más del 10% de las parejas del planeta", destacó el citado instituto. A raíz de sus avances, en 1977 Robert Edwards y su colega Patrick Steptoe lograron la hazaña de la concepción de un bebé en una probeta: extrajeron el óvulo de una mujer con una lesión en las trompas de Falopio y lo fertilizaron en una probeta con esperma de su esposo. El embrión resultante fue transferido al útero de la mujer y nueve meses después, el 25 de julio de 1978, nació la pequeña Louise Brown, la primera niña probeta.
Desde entonces, miles de parejas han podido disfrutar de la maternidad y la paternidad. Pero en el Vaticano no se rumia con felicidad la noticia y se critica la elección de Edwards como Nobel de Medicina. Argumenta textualmente el presidente de la Academia Pontificia para la Vida, institución que se ocupa de las cuestiones éticas y de defensa de la vida del Vaticano que "Sin Edwards no existirían en el mundo congeladores llenos de embriones que en el mejor de los casos van a ser trasladados a úteros, aunque lo más probable es que sean abandonados", ha asegurado monseñor Ignacio Carrasco de Paula. "De ese problema es responsable Edwards", ha añadido. Por su parte el presidente de la Asociación de Ciencia y Vida del Vaticano apostilla que Edwards, "Ignora todos los problemas de la ética y subraya que el hombre puede ser reducido de un sujeto a un objeto", ha afirmado Lucio Romano.
Y digo yo ¿No suspiramos nos, fervientes católicos donde los haya y los prelados por incrementar el rebaño “a divinis”? ¿No se ha preocupado éste buen señor Edwards de traer más almas a éste valle de lágrimas? O respetuosamente clamo a los Monseñores ¿No confían en que los niños probetas puedan resultar católicos practicantes? ¿No se ha creado un floreciente negocio de congeladores? ¿L@s niñ@s probeta tienen un corazón como los demás ó tienen más de objeto que de sujeto? Dilemas que nos arroban las meninges conjuntivas.
Indudablemente los prelados, no se emplean en la concepción de las pequeñas criaturas que dan como resultado nueve meses de embarazo. Al menos que lo sepamos, claro. Pero podían (y se lo recomiendo encarecidamente) ofrecerse generosamente a realizar el acto de suma entrega y ofrecimiento al prójimo, como es la concepción de un bebé humano. Así aquéllas parejas católicas que no puedan concebir, por esos avatares del destino, pueden contar con el sabio cuerpo religioso, que prestos acudirán al servicio del desfavorecido. Si es el varón el que no puede concebir, acudirá una Eminencia en livianos paños púrpuras a concebir a un/a buen/a católico/a. En caso contrario acudirá una Sor, en castos encajes de paño portugués para ofrecer su sagrado receptáculo ó cáliz para el evento. Luego nueve meses de retiro y flagelazos intramuros del convento, paritorio en Navarra y asunto arreglado. ¡Un/a nuevo/a católico/a al mundo! Incluso les apunto el nombre para la institución encargada del divino cometido, podría ser llamada la Academia Pontificia Vaticana del Divino y Supino Éxtasis, continuando esa noble tradición por los nombres excelsos que puebla la vitrina vaticana. Pueden abrir el plazo de solicitudes para admitir clérigos y sores, a lo mejor hemos encontrado ¡un nuevo método de incrementar las alicaídas vocaciones!
Así podremos demostrar los católicos, cómo resolvemos con una ética intachable los problemas reales del mundo imperfecto que Dios nos construye cada día para nuestro mayor gozo. ¡Con arrojo y gallardía sin par! ¡Así somos y así lo demostraremos!
Dios ¿no ves que ya te dura la baja más de la cuenta? Levántate y anda a corregir las “imperfecciones” de la naturaleza. ¡Ah! ¡Pero qué dices! ¿Qué estás de baja? ¿Que lo hagan l@s científic@s? ¡Dios! Pero que sabiduría atesoras en esas nubes, ¡pardiez!.
Agua y aceite. Ciencia y religión. Olvido y memoria. Ruido y silencio. El premio Nobel de Medicina 2010, ha recaído en el científico británico Robert Edwards (Manchester, 1925) por su trabajo sobre "el desarrollo de la fertilización in vitro en los años 50", que ha supuesto "un hito en la medicina moderna", según el Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia). "Sus hallazgos han hecho posible el tratamiento de la infertilidad, un problema médico que afecta a una parte importante de la Humanidad, incluyendo a más del 10% de las parejas del planeta", destacó el citado instituto. A raíz de sus avances, en 1977 Robert Edwards y su colega Patrick Steptoe lograron la hazaña de la concepción de un bebé en una probeta: extrajeron el óvulo de una mujer con una lesión en las trompas de Falopio y lo fertilizaron en una probeta con esperma de su esposo. El embrión resultante fue transferido al útero de la mujer y nueve meses después, el 25 de julio de 1978, nació la pequeña Louise Brown, la primera niña probeta.
Desde entonces, miles de parejas han podido disfrutar de la maternidad y la paternidad. Pero en el Vaticano no se rumia con felicidad la noticia y se critica la elección de Edwards como Nobel de Medicina. Argumenta textualmente el presidente de la Academia Pontificia para la Vida, institución que se ocupa de las cuestiones éticas y de defensa de la vida del Vaticano que "Sin Edwards no existirían en el mundo congeladores llenos de embriones que en el mejor de los casos van a ser trasladados a úteros, aunque lo más probable es que sean abandonados", ha asegurado monseñor Ignacio Carrasco de Paula. "De ese problema es responsable Edwards", ha añadido. Por su parte el presidente de la Asociación de Ciencia y Vida del Vaticano apostilla que Edwards, "Ignora todos los problemas de la ética y subraya que el hombre puede ser reducido de un sujeto a un objeto", ha afirmado Lucio Romano.
Y digo yo ¿No suspiramos nos, fervientes católicos donde los haya y los prelados por incrementar el rebaño “a divinis”? ¿No se ha preocupado éste buen señor Edwards de traer más almas a éste valle de lágrimas? O respetuosamente clamo a los Monseñores ¿No confían en que los niños probetas puedan resultar católicos practicantes? ¿No se ha creado un floreciente negocio de congeladores? ¿L@s niñ@s probeta tienen un corazón como los demás ó tienen más de objeto que de sujeto? Dilemas que nos arroban las meninges conjuntivas.
Indudablemente los prelados, no se emplean en la concepción de las pequeñas criaturas que dan como resultado nueve meses de embarazo. Al menos que lo sepamos, claro. Pero podían (y se lo recomiendo encarecidamente) ofrecerse generosamente a realizar el acto de suma entrega y ofrecimiento al prójimo, como es la concepción de un bebé humano. Así aquéllas parejas católicas que no puedan concebir, por esos avatares del destino, pueden contar con el sabio cuerpo religioso, que prestos acudirán al servicio del desfavorecido. Si es el varón el que no puede concebir, acudirá una Eminencia en livianos paños púrpuras a concebir a un/a buen/a católico/a. En caso contrario acudirá una Sor, en castos encajes de paño portugués para ofrecer su sagrado receptáculo ó cáliz para el evento. Luego nueve meses de retiro y flagelazos intramuros del convento, paritorio en Navarra y asunto arreglado. ¡Un/a nuevo/a católico/a al mundo! Incluso les apunto el nombre para la institución encargada del divino cometido, podría ser llamada la Academia Pontificia Vaticana del Divino y Supino Éxtasis, continuando esa noble tradición por los nombres excelsos que puebla la vitrina vaticana. Pueden abrir el plazo de solicitudes para admitir clérigos y sores, a lo mejor hemos encontrado ¡un nuevo método de incrementar las alicaídas vocaciones!
Así podremos demostrar los católicos, cómo resolvemos con una ética intachable los problemas reales del mundo imperfecto que Dios nos construye cada día para nuestro mayor gozo. ¡Con arrojo y gallardía sin par! ¡Así somos y así lo demostraremos!
Dios ¿no ves que ya te dura la baja más de la cuenta? Levántate y anda a corregir las “imperfecciones” de la naturaleza. ¡Ah! ¡Pero qué dices! ¿Qué estás de baja? ¿Que lo hagan l@s científic@s? ¡Dios! Pero que sabiduría atesoras en esas nubes, ¡pardiez!.
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