sábado, 28 de noviembre de 2009

LA EXISTENCIA EN EL MÁS ALLÁ


Los jerarcas episcopales en un momento de íntima donación a la feligresía

A nadie, al menos que yo sepa, se le ha ocurrido volver en piadosa forma celestial desde el más allá, de esa dulce y anhelada jubilación eterna que es el cielo, sea ó no una invención de la mente. Y si nadie vuelve confío en que sea por alguna de éstas dos razones:

1/ Porque no hay nada de nada. Algo juicioso si lo consideramos desde un punto de vista de la experimentación. Lo que no experimentamos no existe. Este principio nos ha permitido avanzar y ser mejores de lo que éramos en los tiempos de la infeliz ignorancia y del garrote. ¿Alguien pone eso en cuestión? ¡Que dé un paso al frente! ¡Ánimo!

2/ Porque ellos existen en ese estado de retiro eterno para el espíritu, pero no quieren importunarnos ni asustarnos. En éste caso nos podemos remitir al primer punto, ya que lo que no experimentamos…pues eso. Además si en cualquier caso vamos a llegar a tan dorado retiro, ¿para qué tantas gaitas espirituales? ¿Duele un latigazo en las espaldas? Si duele somos, si no duele eres un privilegiado/a y aparte te informo para tu pertinaz conocimiento de que no eres. Tampoco yo lo entiendo, así que no te preocupes.

De que nos sirve que “exista” algo que no percibimos, no sentimos, no abrazamos, no besamos, no experimentamos. Lo mismo es un éxtasis con la pareja que un "éxtasis divino", ¡Amos hombre! La palabra existir lleva implícita esa condición ¡qué vamos a hacerle! Pero para algunos/as que exista algo imperceptible sirve para tener una puerta abierta a la esperanza, que no es poca cosa observando la crueldad de algunos aspectos de éste mundo. Es curioso comprobar que todo depende del cristal con que se mire la realidad.

Si la realidad no nos estimula, pues ahí va una buena dosis de positivismo, eso significa ver el lado bueno de los sucesos, aunque te estén cagando encima. ¡Al menos es mejor que formar parte de la caca! Quién no se consuela es porque no quiere, está claro. Esta “virtud” cuando es positivista lleva aparejada la credulidad en una vida espiritual llena de felicidad, de maripositas, unicornios y hadas pequeñitas que se posan en el hombro. Cuando la virtud es negativista, entonces se transforma en una religión organizada y venga a dar con el mazo a la feligresía, en la esperanza de que penando en el Valle de Lágrimas (que inolvidable frase), se conseguirán los ansiados beneficios. Además te capacita para asumir con insólito agrado los reveses del destino, aquello de “Si Dios quiere…”, que tampoco es mala cosa ¡albrícias!

Sin embargo si la realidad es percibida como tal, sin aliños, pues allá que va un realismo que lleva implícitas dosis insufribles de negatividad. Esta “virtud” lleva aparejada ante la vida, una carga de ironía mordaz, sarcasmo destructivo y de análisis permanente que te hace de alguna manera alejarte también de los bellos momentos que te brindan los sucesos, que indudablemente los hay en nuestra existencia.

Ninguno de los dos extremos es aceptable para la persona medianamente inteligente, si entendemos por inteligencia la capacidad de adaptación al medio.
¿Cuál es el término medio? Ahí está el quid de la cuestión. Para mí, básicamente es disponer de un 75% de realismo con un 25% de idealismo. Las cantidades son por supuesto, indicativas. Como una receta de mojo picón, cada uno/a le echa el pique que más le gusta. Eso no significa creer en algo no experimentable. Cuando estamos en un momento de íntima oración (yo los he tenido en otras épocas de mi vida), nos encontramos ante nosotros mismos y sin embargo, eso no nos admira. Tenemos que pensar que hay algo transcendente y lo justificamos de mil maneras absurdas, para no admitir que somos nosotros mismos los que podemos llegar a un estado de tranquilidad, claridad mental y de relajación que nos hacen gran e indudable bien, tanto al cuerpo como a la mente. Esta experimentación mediante la relajación es admitida por la medicina como algo beneficioso para el organismo. ¿Y las visiones? Pues son eso, imágenes como en el sueño nocturno. Vemos una serie de TV, algunos días interesante como un episodio de “Los hombres de Paco” y otros días es mala, mala, mala, como las series de tetonas sudamericanas y hormonados vaqueros de largas crines al viento. No hay nada más. Nuestro cerebro que juega a ser Dios y algunos quieren hacernos vivir en un sueño. Es algo literariamente atractivo, pero sólo a éste nivel.

Un día observamos un hermoso paisaje que nos llena de paz, pero de ahí a inventar a Dios por las maravillas contenidas en ésta sublime bola terrenal, va un trecho. La tierra y el universo nos ofrecen en sí mismos tantas maravillas, que no podemos limitarnos a contemplar con admiración sus rincones y comenzamos a crear otro mundo ilusorio de cabecitas aladas de querubines revoloteando por sus diferentes pisos.

Porque el cielo, según piadosas creencias, tiene ¡Oh maravilla!, pisos ó niveles y de nuevo jerarquías. Algunos estudiosos del tema, (ya les vale) estiman según los diversos estados del éxtasis, que pueden ser hasta siete esferas. Dios en el ático de lujo, debajo los arcángeles, papas y santos/as, debajo los sabios/as que en mundo han sido y grandes benefactores/as de la santa madre iglesia ¡claro!, debajo la plebe (es decir la gran mayoría, achuchados como siempre) y en el sótano los pecadores/as condenados a echar carbón a las calderas, mientras el jefe de éstos pobres diablos maldice al del ático.

Ahora con la física cuántica hay una vasta literatura justificando algo, que de nuevo es indemostrable y que además sólo y exclusivamente sucede a nivel sub-atómico. ¡Qué pertinaces son los argumentarios! Cuando se descubre la verdadera naturaleza de algo y desaparece lo sobrenatural, Dios deja terreno libre. Y en esa incensante búsqueda se recrean los crédulos, siglo tras siglo. Y ¡claro! ahora toca a la física atómica. No somos sub-atómicos, estamos conformados de partículas, pero somos una estructura super compleja y NO suele ser ACELERABLE a velocidad de la luz. Pero cualquier clavo ardiendo es bueno para continuar adaptando a nuestro querido y personal dios a los nuevos tiempos, pues venga ¡al lío!

¿Qué algo debe existir con antelación al Universo? Si atendemos a lo que sabemos ahora y pensando como un ser humano (con nuestra limitada concepción del Universo), pues es evidente que algo debió existir, pero no es el Dios que conocemos, ni nos tiene el ojo puesto encima, ni tiene barbas blancas, ni fue por ahí resucitando, ni era un blanco palomo, ni necesitamos sostener jerarquías que simplemente no reflejan nada más que el resultado de un sueño hecho realidad. Sobre todo para todos/as los/las que viven de forma solaz a cuenta de la feligresía y de los adeptos/as.

Igualmente cualquiera puede crear su dorado retiro "espiritual" en el mundo de J.R.Tolkien y retozar en los campos de Rohan a lomos de un hermoso jaco de crines doradas. También la oportunidad de disfrutar nuestros años espirituales en Aldebarán ó en El bosque de los hermosos y rollizos ositos de El retorno del Jedi. Cada uno tiene la capacidad de inventar el mundo que más le complazca y todos esos mundos, si ponemos empeño en la cosa, podrán hacernos tan felices en proporción directa a la huida de la realidad que nos proporcionen. Sin embargo la bella y a la vez cruda realidad siempre será una y sólo una.

Ese es nuestro campo de batalla, la diaria realidad. ¿Y nuestro mayor enemigo y a la vez aliado? Nosotros mismos. Si somos capaces de conocernos, comprendernos y dominar nuestros miedos y complejos, a decir NO cuando sea preciso, seremos capaces de llegar hasta los límites que nos propongamos, esa es mi experiencia y así la cuento. Liberarnos de pesadas cadenas que arrastramos durante toda la vida y que acaban con nosotros y nosotras, eso sí que es pernicioso. ¿Significa eso vivir sin valores? Rotundamente no. ¿Y los prosélitos de las generosas ONG de la conferencia episcopal se levantaran un día sabiendo que no existe Dios? ¿Dejarían de hacer lo que hacen? Espero que no, porque eso diría poco de ellos/as como seres humanos. Los valores morales existen porque el ser humano necesita al grupo y el amor, lo hacen feliz y sobre todo más humano. Por eso existen grupos de personas que ayudan desinteresadamente y no creen por eso en nada más transcendente que el hacer feliz a otro ser humano. Ama a todos/as como a ti mismo, eso es algo maravilloso.

Sabemos que vivir exige una serie de pagos y al ser consciente de ellos podemos reducirlos al mínimo y así el dominio de nuestro destino se ensancha. Si cedes más espacio a las deudas al sistema reduces proporcionalmente espacio a elegir tu propio camino. ¿Qué tiene consecuencias? ¡Claro! Pero estás en la búsqueda de algo mejor ¿no? Recuerda, la balanza. Lo que te revelo, NO cuesta dinero. No cuesta dinero que te lo diga ni habrás de pagar nada. No te exigiré cuota, ni asistencia a mis pregones dominicales, tampoco que te calientes la cabeza por mi sandeces de pseudo-moralina, ni mucho menos tratar de imponerlas al resto de la sociedad. Porque religión y moral son dos cosas tan diferentes como el agua y el aceite.

Y si nuestros ancestros u otras criaturas están pululando a nuestro alrededor, desde ahora mismo les digo ¡Manifestaos! ¡Venid a mí!...Caramba pues no aparecen. Dios tampoco. Será porque está de baja la criaturita. Dios mío que no está la cosa para bajas, vete a la mutualidad celestial y que te den el alta voluntaria, aunque si el médico eres tú mismo, ¿Es que no tienes números para hoy (*)?...
(*) El tiempo divino es otro, ya sabéis.

domingo, 15 de noviembre de 2009

SUMMA DE CUESTIONES TEOLOGALES II La Pena de Excomunión y el aborto


En esa joya literaria cervantina, decía Don Quijote a su escudero: - “Cosas veredes, amigo Sancho, que te harán palidecer.” Pero a fuerza de palidecer nos hemos vueltos lechosos, blancos como la espuma, como la nieve, como el algodón y como la casulla de resurrección. No dejamos de asombrarnos con las anatemas que hoy día, lejos de amilanarse, continúan proclamando las cardenalicias fauces.
Los paladines de Cristo embravecidos por los Halloween, los atracones de huesos de santo y la crisis de la recaudación del cepillo, agarran el flagelo, ese glorioso instrumento de cristiana conversión y lo blanden contra las huestes del Maligno. La quintaesencia de la pureza, de la moral y del codillo al horno, arremete con virtud infusa contra los satanases de éste mundo, traidores, belcebúes de cortas entendederas y retorcidos que osen votar, aprobando los nuevos supuestos de la interrupción del embarazo. ¡Mira cómo dicen, por no decir aborto, los muy malditos!, farfullan con los dientes prietos como un pistón hidráulico los purpurados y alzacuellados. ¡A la excomunión con ellos! ¡Qué buenos recuerdos, nos traen esas iniciativas! ¡Épocas pretéritas henchidas de amor a la cruz a la luz de una reconfortante hoguera!

El catecismo de la católica iglesia romana, dice (1463): Ciertos pecados particularmente graves están sancionados con la excomunión, la pena eclesiástica más severa, que impide la recepción de los sacramentos y el ejercicio de ciertos actos eclesiásticos, y cuya absolución, por consiguiente, sólo puede ser concedida, según el derecho de la Iglesia, por el Papa, por el Obispo del lugar, o por sacerdotes autorizados por ellos. En caso de peligro de muerte, todo sacerdote, incluso privado de la facultad de oír confesiones, puede absolver de cualquier pecado y de toda excomunión. Según el derecho canónico, que debe ser el que reveló nuestro Señor Jesucristo a sus escribas, artículo a artículo, verso a verso, para que todo quedara atado y bien atado, hay que excomulgar cuando se procure ó participe en un aborto ó en la cooperación necesaria para que un aborto se lleve a cabo (CIC 2272; Ley Canónica 1398).
La práctica se remonta al Concilio de Elvira (cerca de nuestra Granada), en el año 306, que recuperó esa práctica tan apostólica de pronunciar anatemas contra aquellos que sostenían doctrinas contrarias a la ortodoxia. Y es que antes en tiempos de nuestro Señor Jesucristo no se excomulgaba a nadie; debe ser porque no hacía falta. Pero desde el conciclio de Elvira se encontró la pena expiatoria que habrían de soportar los que se atreviesen a salir de la senda trazada.

En nuestro caso, por tanto, se aplicaría a los diputados y diputadas el supuesto de cooperadores necesarios para que un aborto se lleve a cabo y ¡ahí es donde entra la ensortijada mano cardenalicia dar la colleja! Esa mano humildemente anillada que besan hasta ilustres banqueros y ante la que doblan la espalda como arcayatas. Pero hay otro supuesto que pasan por alto las amenazantes palabras del cardenal, y es que puedan estar ya excomulgados, ¡sólo por haber pensado en hacerlo! Entonces ya no habría que excomulgarlos ó excomulgarlas. Bien, bien, así ahorramos trámites administrativos. Es lo que sería la excomunión “latae sententiae”, ¡puñetas! qué difícil es decirlo.

Tenemos pues a los/as diputados/as, candidatos/as a excomunión, todos/as sentaditos/as y dispuestos/as a apretar el botoncito para votar en el parlamento y senado. ¡Y van y lo hacen, los malparidos! Pues ya está ¡todos excomulgados/as! El hecho puede institucionalizarse como una despedida de soltero ó una moderna celebración de divorcio. Es un cambio en el status social. Te has divorciado de la iglesia. Algunos/as respiran de nuevo, al menos eso dicen.

También todas las pecadoras que “por darse el gusto” han abortado, (siempre son las mujeres…hay que ver, si todas fueran monjas vírgenes ó paridoras del “opus dei” no habría éste problema), e incluso las que no lo han hecho “por gusto”, que son las menos a los piadosos ojos clericales, (las muy pirañas) también excomulgadas.

La pena por excomunión no es la condenación eterna, (ufff…vaya alivio ¡pardiez!) de la que ya hablaremos en otro momento, sino el impedimento de participar en la santa misa, recibir la sagrada comunión, la confesión, y los demás sacramentos. Los excomulgados no pueden ser padrinos ni participar activamente en la vida de la Iglesia. Aquéllos/as que ya cumplan estos requisitos sin necesidad de haber sido excomulgados, pueden darse también por ¡Excomulgados!
Resumiendo, quitando a los que no van a misa, no comulgan, ni se confiesan desde hace un siglo, los/as que ni participan ni activa, ni pasivamente en la vida de la iglesia, las que abortan ó abortaron en Londres, ahora en Madrid, Barcelona ó Sevilla, los maridos de las mujeres que no viviendo en pecado y que no las obligan a no decidir por ellas mismas, los hijos de las mujeres que abortan y que no luchan de forma bizarra para impedir el aborto, ¡Todos/as excomulgados/as! Así pues, sería más práctico para la administración episcopal que dijera quiénes no están excomulgados, así ahorrarían tiempo y dinero, ese amigo inseparable de la venerable institución.

Hechas estas piadosas observaciones, acometamos las siguientes cuestiones teologales que nos abrasan las meninges:

1/ Si estás excomulgado/a, ¿no puedes atravesar la puerta de una Iglesia? ¿Te pasaría como a la niña del exorcista y te giraría la cabeza 180º?

2/ Si estás excomulgado/a y por error te llevas a la boca un vaso de agua bendita ¿Te abrasas las entrañas como un hereje? ¿Te conviertes en una pira que ilumine el camino a los apóstatas y paganos?

3/ Si estás excomulgado/a y quieres tocarle los respetables al párroco y te pones en cola para comulgar ¿Tienes que enseñar el carnet de excomulgado ó el servicio de detección de excomulgados avisa al señor párroco de que no puedes comulgar? Y si te detecta como un malhechor ¿Pasa a dar la comunión directamente a los que vienen detrás, para hacer bueno aquello de “Los últimos serán los primeros”?

Dios...¡por tí mismo!, deja ya la baja, que a éste paso, tus ministros ¡no dejan rebaño que apacentar!

martes, 10 de noviembre de 2009

DE LA PRIMERA PARIDA, parte I


Corría el año -4000 y pico cuando, según la Cronología Ussher (s.XVII), ve la luz nuestro preciosísimo Valle de Lágrimas. Esta magna, verdadera y única en su género, ley de la creación fue parida no sin denodados esfuerzos por la mente de James Ussher que desempeñaba sus labores como Arzobispo anglicano del Condado de Armagh (actual Irlanda del Norte). El muy añorado y llorado Arzobispo Ussher, mete mano en la cronología de ésta esfera rocosa sobre la que vivimos (como podemos) y en un derroche de inigualable imaginación escribe el trabajo de clase de historia que ha quedado consagrado como la Biblia del tiempo, llamada Annales veteris testamenti, a prima mundi origine deducti (Anales del Viejo Testamento, derivados de los primeros orígenes del mundo). ¡Toma ya! ¡Y en latín, pa que se vea que el hombre entendía de éstos temas!
En éste trabajo, que por fortuna tenemos ya traducido, aporta su granito de arena al siempre largo, sesudo e interminable debate teológico sobre la edad de la Tierra. Ésta fue una gran preocupación para los muchos sabios cristianos a lo largo de los siglos, pero para desventura nuestra, no pasaron a la historia. Estas lumbreras de la humanidad, se devanaban sus humildes entendederas intentando jugar al tetris con los exactos datos biblicos y la realidad tridimensional que nos contiene. Exactos datos, porque los había revelado el mismísimo creador del mundo, y quién mejor que Él para saber lo que había hecho ¿no? Yo desde luego en esa tesitura, no hubiera dudado lo más mínimo. Algunos/as dudaron, pero rápidamente volvieron al redil ante los estímulos lumbares a que fueron sometidos. ¡Ay! Nada mejor que un masaje en los lomos para volver a saber donde está el lugar de cada cuál. ¡Qué hermosura!
Ussher dedujo que el primer día de la creación comenzó el atardecer anterior al domingo del 23 de octubre del año 4004 a. C. del calendario Juliano, cerca del equinoccio de otoño, ¡eso sí! con un ligero e imperceptible grado de precisión de +/- 4.500.000.000 años, aunque esa hoja del estudio se perdió en las opíparas comidas, cenas, recepciones y reuniones de las comisiones episcopales que trataron tan complejo y decisivo asunto para el devenir de la barca de Pedro.
La fecha propuesta por Ussher de 4.004 a. C. difiere poco de las estimadas de Beda (3952 a. C.) o por el contemporáneo de Ussher, Joseph Justus Scaligero (3949 a. C.). La elección específica de Ussher de ese año, pudo haber sido influida por la creencia de aquel entonces de que la vida potencial de la Tierra era de 6000 años (4000 antes del nacimiento de Cristo y 2000 después). Esto tenía su lógica, veamos. La Biblia establecía en seis días la creación y sobre las bases de que "con El Señor un día es como mil años, y mil años como un día" (2 Pedro, 3,8), pues cogen harina, agua y venga ¡a cocer el bollo!. Este preciso dato es luminaria de nuestra fe y de nuestro calendario. Esto lo propuso el buen Arzobispo hace ya IV añorados siglos.
Sin embargo, hoy día hay algunos estudiosos bíblicos, como así también un buen puñado de irreductibles cristianos evangélicos, que profesan su fe en ésta interpretación literal de la biblia y por tanto en que la Tierra tiene 6000 años de edad. Nobleza obliga y las firmes creencias, cimentadas sobre roca tienen la gran virtud de enraizar devotamente en las cabezas de la feligresía cuál fiel garrapata que no te abandona. Recordemos la máxima, a más extra-vagancia, más rocosa es nuestra fe montañera.
Decíamos pues que, tras rigurosos estudios de los Sagrados Textos, una mañana nuestro Dios, el Grande, el Altísimo, el Omnipotente, el Omnipresente, el Omnisciente y otros títulos que se me olvidan… despierta con ánimo enhiesto, con espíritu bizarro, gallardo y audaz y pone manos a la obra a crear el mundo. Existen otras ladinas interpretaciones de la creación, hechas siempre al cobijo de eso llamado ciencia, pero no vienen al caso ya que contravienen mendazmente la divina palabra y por tanto la única y verdadera. Los menos crédulos de entre el rebaño de Cristo se ponen a faltar a la verdad revelada justificando lo simbólico del Génesis (que así se llama la Escritura notarial de obra nueva del mundo) exponiéndose así a la ira y al fuego divino.
Cuando lo que relata, con sin par gracia, el Sagrado Texto interesa a la jerarquía del negocio eclesiástico, entonces las palabras sagradas son ¡verdades como puños! tan reales como piedras de pedernal. Ahora bien cuando lo que cuentan los textos sagrados, chirría como un cojinete sin bolas se echa mano de los santos símbolos. Los símbolos sacan de un aprieto al más pintado, son socorridos como una vacuna de la gripe A y a su cabalgadura se montan sesudas justificaciones que harían palidecer a los siete venerables santos varones que predicaron la fe en Hispania. ¡Cómo que ahora Adán no fue hecho del barro! Exclamarían con los dientes y puños prietos como el increíble Hulk. Menudos son los exe-getas (los que interpretan la verdad revelada en las Sagradas Escrituras) no dejan de calentarse la sesera y tienen una imaginación creativa que ya quisiera para sí J.K. Rowling , la escritora de Harry Potter. Bien es cierto que durante mucho tiempo los dogmas fueron seguidos a rajatabla y para el que se alejaba de la ortodoxia, un buen estiramiento óseo lo devolvía al redil de la única verdad. Eran otros tiempos gloriosos, donde no había que justificar ni razonar (aún no se había creado el sustantivo razón) tantas estupideces. ¡Lo que decía el libro iba a misa! Entonces operaba otro método. Un buen flagelo, una buena peana de madera de pino y ¡cristiana mortificación! ¡Qué bien responde el cuerpo humano ante éste estímulo! ¿La relojería suiza?…¡una poca leche comparada con esto! Con respecto al interesado uso de los símbolos yo digo lo que dicen por aquí (con perdón): ¡Picha dentro ó picha fuera!, no se puede mantener una postura y su contraria. ¿Qué no? La fe mueve montañas y sobre todo las cordilleras que hay dentro de la cabeza.
Acto seguido, Dios crea las criaturas y también a las criaturitas (conforme a D. Manué R.de Lopera el ilustre bético), todas bien moldeadas y sopladas en piadoso barro. Especie a especie, hoja a hoja, grano a grano, insecto a insecto, emprende la agotadora faena nuestro magnánimo Señor para dar compañía al varón. Allá que van todos juntos en cristiana procesión, mosquitos tigre, dinosaurios, tiburones ballena, mamuts, perros chiguaguas, monos titis, escarabajos peloteros, mirlas, palomas mensajeras, la pseudo-prensa del chismorreo y las gallinas cluecas. En el caso de la gallina primero creó al huevo así zanjamos de una puñetera vez el dichoso acertijo. Ahí es nada como debió ponerse el arca de Noé. Prieta como la playa de Benidorm un 15 de Agosto. Me gustaría preguntar a los cuidadores del zoo de Jerez como debió ser aquello, ¡algo único! y todos los bichos sin jaulas, ni rejas, como pacientes de una sala de urgencias de la Seguridad Social. Resumiendo, que primero crea a las bestias del mundo y del universo, porque alguna habría de crear en esos mundos de Dios. No vamos a dejar mal a los ufólogos. ¿Verdad que sí, amigos de la nave del misterio?
Dejó para el final al último bicho, al que iba a crear a su imagen y semejanza. No debió meditarlo bien y persistió en lo de a imagen y semejanza. Coge un cacho de barro, lo mira y remira, lo moldea como un colegial con plastilina. Va sacando rollitos de barro, sonriendo con pueril y divina gracia, mientras se mira al espejo. Salió lo que salió. ¡Ni uno igual! Desde entonces Dios deja de tener una única imagen y esto se convierte en un lupanar. Aunque a decir verdad, nadie lo ha visto nunca, parece ser que sólo el primer humano no nacido de hembra sino directamente de sus preciosísimas manos (parece ser que fue Adán) y cuando abrió los ojos tras el divino soplido exclamó: - ¿Y me haces así directamente al borde de la prejubilación, sin juventud? ¿No puedo tener aunque sea un botelloncito?
Desde entonces suceden las desavenencias y también desde entonces Dios dejó las clases de artesanía, descubrió que no era lo suyo. Aunque como lo sabe todo, va realizando continuas mejoras en el prototipo y Adán le salen parientes hasta de las piedras. Uno de ellos venía de serie con una quijada de burro en la mano, posiblemente un fallo de la cadena de producción. Pero, ¿Dios no lo sabe todo? ¿Por qué venía con quijada en mano? Parece ser que ya estaba Dios de baja. Prosigamos.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (Gn.1.27). En éste inolvidable episodio observamos como el Altísimo crea varón y hembra. No sabemos por qué creó a dos ejemplares y no sólo a uno. Se trata sin duda de un designio inescrutable para nuestra mente mortal. Ya debió entonces comprender el altísimo los indudables beneficios para la salud que tiene el sexo entre dos, porque en caso contrario hubiera hecho sólo un ejemplar, digo yo. Pero el auto-sexo nunca ha estado bien visto en el reino celestial ¡Eureka! Por eso hizo a dos, macho y hembra, cordero y cordera, cabra y …bueno a éste lo dejamos aparte. Otras formas de ayuntamiento tampoco estaban bien vistas en el divino cielo y sus ministros terrenales se encargaron sin desfallecer de atizarles las brasas. ¡Ah! ¡Pero era un símbolo! Entonces ya está todo claro. ¡Pelillos a la mar!
Tras haber creado hembra y varón en el capítulo 1 del Génesis, se olvida de ésta creación y hace otra nueva en el capítulo 2. Borrón y cuenta nueva que se dice. En el siguiente capítulo del Génesis crea del ya famoso costillar de Adán a una mujer y se la lleva al hombre. (Gn.2.22) Entonces estrujémonos un poco las neuronas y digamos todos a compás ¿Es que la imagen de Dios es sólo la de un varón? Así ha venido siendo desde tiempos inmemoriales (6000 años recordemos).
La mujer por consiguiente, no es creada del barro, sino de una costilla. Eso sí que tiene mérito. De una costilla sale toda una mujer hecha y derecha, con todos sus atributos. Por tanto ¿hizo el Hacedor a una mujer a su divina imagen ó es el resultado de un costillar graciosamente modificado? ¿No era más fácil hacerla de barro, Dios mío? Complejo enigma que nos churrusca las neuronas desde entonces. Y a los exé-getas ni te cuento. No en vano somos cortos de entendederas como nos decían de pequeños y es que no tenemos alcance. ¡Vaya!
Imaginad el momento, Adán en medio del paraíso. Llega un ser desconocido y Adán pregunta: -¿Qué haces por aquí? ¿Estudias ó trabajas? ¿Tú que eres?. Joé, no sé lo que serás pero te he visto y me has puesto…¡estás de buena!.-
Continuaremos éste hermoso, piadoso y virginal encuentro en la próxima entrega. Que esto tiene jugo para continuar endulzando nuestras cristianas fauces por muchas líneas. Mirad la dilatada imaginación de los teólogos y exégetas lo que ha llegado a producir.
Será porque Dios está de baja y su luminoso faro no alumbra las mentes de los exégetas (que pedazo de oficio). ¡Quillo date ya de alta! Después de 6000 años ya está bien, ¿no?.

lunes, 2 de noviembre de 2009

LA LEYENDA DEL HOMBRE DESPEÑADO


Desde la noche más oscura de los tiempos viene circulando de fauce en fauce, ésta curiosa historia, algunos dicen que sucedió en verdad a un vecino de ésta villa cuando corría el tiempo de Fernando e Isabel apodados Los católicos. Se trata de una piadosa leyenda que hoy día algunos/as tildarían de leyenda urbana, aún cuando se produjo en un camino, de esos olvidados de Dios. Existen datos que sitúan ésta historia en el camino que conducía en aquéllos entonces desde Castilblanco de los Arroyos a El Pedroso, en Sevilla.

Conducía un cristiano temeroso de Dios su carromato desde una villa a otra para llevar su familia las mercancías producto del trueque y compras realizadas de aceite, vino y otras viandas cárnicas. El buen hombre antes de partir había alzado sus ojos al Altísimo y había orado fincado de hinojos (arrodillado) en la Cruz del Humilladero en la salida de El Pedroso, junto a la ermita de La Virgen del Espino. Cruz que aún hoy día, por cierto, se puede admirar para mayor gozo de los atribulados feligreses. El trayecto, no en vano, era peligroso ya que había de enfrentar además de los salteadores de caminos, lobos, perros salvajes, vadear el río Huesna y los escarpados caminos que existían entre las dos villas que corrían por apriscos, acantilados, cerros, valles y monteras. Se aprestó el buen hombre a iniciar el camino, por lo que atizó a la mulilla que tiraba del tosco carromato.

El comienzo del camino fue placentero hasta que el murmullo de los pájarillos cesó cuando atravesaba los frondosos encinares, un viento que fue tornándose en más tempestuoso a medida que avanzaba. Habrían transcurrido uno ó dos kilómetros cuando una repentina lluvia otoñal comenzó a atizar los lomos del mulo y los del propio hombre. Se echó por encima una pieza de tela y a pesar de las condiciones siguió adelante. En un vadillo del camino una rueda quedó atrancada en un blandón de barro. Por más que aplicaba el látigo al mulo, éste no conseguía avanzar. Así que puso pie a tierra y con las manos puestas en los maderos de la rueda comenzó a empujar. En un esfuerzo trastabilló y fue a dar con sus huesos en el suelo. Fue en ese preciso momento cuando comenzó a apretar la lluvia. No se veía a un metro. La cortina de agua era densa y la telilla que habíase echado porcima voló en un golpe de aire. Tenía agua hasta en las posaderas. Pero el hombre con divina paciencia dirigió sus ojos hacia arriba y gritó: -¡Señor, dame fuerzas!. Sacó fuerzas de flaqueza y empujando de nuevo la rueda consiguieron entre él y el mulo atravesar el blandón.
Puso camino a Castilblanco. Pasados otros dos kilómetros comenzó a remitir el temporal y el sol despuntó. Los cantos de los pájaros volvieron a llenar el camino de alegría y tranquilidad. El hombre dio gracias a Dios por haberle ayudado y continuó su camino esperanzado en que pronto llegaría al hogar donde lo esperaba su familia.
Comenzó un continuado descenso, a pocos metros y tras dos ó tres curvas, estaba el vado del río. Pensó: -Después de lo que ha llovido el paso del río no estará vadeable.-
Cuando llegó al vado, efectivamente venía crecido el río. Se armó de valor y de nuevo alzando la mirada a los cielos, dijo: -Señor, préstame tu ayuda en éste momento.
Comenzó con cuidado a vadear el río. El agua venía ligera de fuerza pero le llegaba a las rodillas al mulo. De pronto comenzó a sentir como el agua adquiría más velocidad. El nivel del agua comenzó a elevarse hasta que sobrepasó el lomo de la bestia. El carro comenzó a flotar ligeramente y el buen hombre que no sabía nadar, empezó a mascullar un padrenuestro. Una parte de la carga salió flotando río abajo, mientras una maldición salió de la boca del hombre. ¡Por las barbas de Cristo!. Río abajo marchaban a toda velocidad las viandas de tocino y los chorizos de carne. El hombre soltó unas lágrimas mientras continuaba maldiciendo. Pero ahora tenía otras preocupaciones. No veía la forma de llegar a la orilla de enfrente. De nuevo a la desesperada gritó: - ¡Dios mío, sácame de ésta y te prometo que te haré las mejores ofrendas y daré una buena limosna a la parroquia!. Milagrosamente el mulo consiguió poner pie en terreno duro y tirando salieron ambos del entuerto.
Al llegar al otro lado el hombre miró con desazón a la parte de carga que corría río abajo. Ajustó la carga que aún quedaba, comprobó el estado de las ruedas, tranquilizó al mulo, se subió de nuevo al carro y aplicando látigo comenzó de nuevo a marchar camino de su hogar.
Habían trascurrido unos dos kilómetros cuando a lo lejos observó a un grupo de perros que iba justo a su encuentro. El hombre no sabía como reaccionar. Recordó que atrás llevaba una pieza de carne de venado, así que abrió el petate y sacó la pieza. Esperó a que los perros estuvieran más cerca y cuando los tuvo a la vista comenzó a gritar y a atizar el látigo. Los perros comenzaron a ladrar y a enseñar los dientes. El mulo empezó a asustarse y a alzarse de manos. El hombre comenzó a asustarse doblemente porque vió peligrar el carro, cuando el mulo se alzó de las manos. Así que resuelto cogió el pedazo de carne y lo tiró con todas sus fuerzas al fondo de la cuneta que corría a su derecha. Los perros se lanzaron como fieras a por la carne y el hombre aplicando látigo al desventurado mulo, consiguió cuesta arriba salir del apuro. Cuando estuvo a dos kilómetros de la banda de perros, volvió a ajustar la carga y a comprobar el estado del carro y del mulo. Había perdido la mitad de la carga, pero ya quedaba sólo la mitad del camino y había pasado la peor parte. Continuó ascendiendo. A su derecha tenía una profunda hondonada, mientras a su izquierda tenía el talud que venía desde el alto cerro. Iba despacio pensando en lo que disfrutaría su familia de las viandas que con tanto esfuerzo y trabajo había conseguido comprar y trocar en El Pedroso, cuando unos ladridos de perros llegaron a sus oídos. Inmediatamente blandió con fuerza el látigo sobre la espalda del mulo y éste comenzó a correr. A escasos metros había un cambio de rasante y entonces el mulo podría marchar más aliviado. Pasó el cambio de rasante y una cuesta abajo se abrió delante de él. El carro fue adquiriendo más y más velocidad hasta que entre los saltos por las piedras y hoyos del camino el hombre perdió el control del carro. Éste se levantó de la rueda izquierda, luego de la derecha y en uno de éstos el hombre saltó despedido hacia el precipicio que se abría a su derecha. Por el rabillo del ojo pudo ver la carga sobrevolando porcima de él y callendo desperdigada a la hondonada. Otra vez los perros se fueron a por ella. Pero su situación era desesperada. Caía hacia la hondonada y en la desesperación mientras agitaba brazos y piernas una rama se aferró milagrosamente a su mano. La rama a la estaba agarrado no era muy gruesa, pensó, pero era lo suficientemente fuerte para sostenerlo. Allí estaba. A mitad del precipicio agarrado a una rama de almendro que sobresalía de la pared. Miró abajo y vió a los perros devorando sus mercancías. Comenzó a sollozar. A su mente vino la imagen de su familia con los brazos abiertos esperándolo. Su pequeño niño y su mujer. Alzó sus ojos al cielo y gritó: -¡Señor, altísimo Señor, sácame de ésta!. Todo estaba en silencio, salvo por los lejanos gruñidos de los perros que llegaban desde abajo. Al cabo de un rato comenzó a gritar:
- ¿Hay alguien ahí? ¿Hay alguien?.
Un eco sonaba en el valle y le devolvía su propia voz con retardo:
- ¿Hay alguien ahí? Ahí, Ahí, Ahí, ahí, ahí….
Otra vez volvió a gritar
- ¿Hay alguien ahí? Ahí, Ahí, Ahí, ahí, ahí….
- ¿Hay alguien ahí? Ahí, Ahí, Ahí, ahí, ahí….
Nada sonaba. Pasado un rato, escuchó una voz de trueno:
- ¡¡¡HIJO MÍO, AQUÍ ESTOY!!! ¡¡¡HE VENIDO EN RESPUESTA A TUS LLAMADAS!!!
- ¿Quién eres?, gritó el hombre.
- ¡SOY DIOS, TU SEÑOR!
- ¡No puede ser!
- ¡SI HIJO MÍO! HE VENIDO A SALVARTE. HE ESCUCHADO TUS HUMILDES SÚPLICAS. AHORA ESCUCHA Y HAZ LO QUE TE DIGO. ¡¡¡SUELTATE DE ESA RAMA, A LA QUE TAN FUERTE TE AFERRAS…Y LANZATE AL VACÍO!!! MIS ANGELES BAJARAN Y TE RECOGERÁN CON GRAN SUAVIDAD PARA DEPOSITARTE EN EL CAMINO.
- ¿Qué?
- TE REPITO ¡SUELTATE DE LA RAMA Y DEJA CAER TU CUERPO AL VACÍO! MIS ANGELES TE RECOGERÁN Y TE DEPOSITARÁN EN EL CAMINO. ¡¡¡NO DEBES TEMER!!!
El hombre miró hacia abajo. Un sudor frío, comenzó a resbalar por su ya atormentada frente. Miró arriba, miró abajo. Había una caída que daba realmente miedo. Los perros se podían ver muy pequeñitos allí abajo. De nuevo, un sudor frío descendió por su frente. Volvió a mirar abajo. Se mordió los labios. Había mucha caída, sin duda. Miró de nuevo arriba, tomó aire y gritó con fuerza:
- Perdona, amo mío, pero ….¿No hay alguien más ahí?

Esta piadosa leyenda circula desde entonces por los caminos del Señor. Puede que la escuchen como procedente de otros lugares, pero sin duda la única y verdadera es la que aquí acabo de relatarles. Para los cazadores de leyendas que gustan de publicarlas en libros para mayor gloria de su cuenta corriente, les diré que si la veo en un libro que no sea mío, la cólera del maligno en forma de infernal demanda caerá sobre su obtusa cerviz para no olvidar nunca aqueste consejo. ¡Sed precavidos!
Según dicen hoy día, el fantasma del hombre vaga por los caminos y a la más mínima distracción pregunta : ¿No hay alguien más ahí?, mientras las gentes emprenden pavorosa huída. Muchos de los que han vivido para contarlo dicen que es un alarido pavoroso, similar al grito de Rocky Balboa cuando la palmó su entrenador Mitch. No quiero ni imaginármelo ¡Por Dios bendito!.