miércoles, 15 de julio de 2009

¿Porqué éste título?

Tras años y años de presión neuronal tratando de localizar el origen y el porqué de todo por fin se me abrieron las puertas del templo sagrado. Al entrar lo primero que ví era que en el templo no había nada. El último predicador se había llevado hasta las manillas de las puertas y tuve que abrir a empujones. El pobre edificio desvencijado y desmantelado sólo recibía los azotes de las tormentas y la ocupación de envalentonados roedores.