domingo, 4 de abril de 2010

LA ENTRADA EN EL ABSURDO

Ha pasado la Semana Santa. Y haciendo reflexión interior, como mandan los cánones, he recordado un episodio sucedido en la noche del viernes santo, mientras admiraba las tallas esculturales que atravesaban delante de mi. Esculturas de madera elevadas a los cielos por los esforzados costaleros. Noble esfuerzo porque, aunque en realidad no llegaban a los cielos al menos ponían todo su corazón en el intento y eso no deja de ser altamente loable. Eso de ¡Al cielo con ella! encoge el corazón, aunque como toda metáfora no pasa de eso, de ser una metáfora, porque del suelo no pasa por más saltos que den los costaleros, que como digo ponen todo su corazón en ello.
Como decía (que me pierdo) me sucedió un episodio de lo más gráfico. Una madre nos comentaba como su hija pequeña (de unos 5 años) le daba muchas vueltas a las cosas en la cabeza. No dejaba de preguntar cómo era posible que hace sólo tres meses estuviera poniendo al niño jesús en el portal y ahora ya estaba muerto y enterrado. ¡Cómo crece tan rápido el tierno infante! Muchas preguntas vienen a nuestras atribuladas mentes, casi tantas como a la pequeña. ¿Cómo? La madre confesaba que a muchas preguntas sobre la panoplia de personajes y hechos que pueblan el universo cristiano no tenía respuesta. Y mi mente analizaba y analizaba. Echando mano de la siempre útil “Navaja de Ockham” llego a la siguiente conclusión. No hay explicación, ¡Pues porque no la tiene! Cuando algo no tiene explicación ¿qué hacemos? No cuestionamos el hecho y hacemos lo que se llama “Acto de fe”. En ese cajón de sastre caben las decisiones de nuestros/as jefes/as de “esto es así porque lo digo yo”, la que nos decían nuestros padres y madres cuando ya los teníamos hasta las cejas, las de los gobiernos, las de la frutera de la esquina y hasta la del madero de turno que nos detiene para alegrarnos el día.
Y por supuesto que también entran de lleno los actos de fe en el mensaje evangélico. Con esa poderosa arma creemos en querubines armados con espadas flamígeras (que atrasados van en eso de la industria armamentística en el cielo, les vamos a dar un cursillo y verás tú), en hijos no concebidos como todo el mundo, es decir ¡en la cama puñetas!, en olorosos cuerpos resucitados ó incorruptos, en sangres licuadas cada fecha señalada (¡menudo frigorífico! y ¡ecológico oiga!), en sábanas santas que resisten cualquier prueba, análisis y control de calidad en su contra (¡eso es una tela y no las que nos venden ahora! Que se hacen un siete al primer tirón, ¡claro están echas en China!), en que hacemos como que nos enteramos de la misa del papa en latín vernáculo (¡Cómo en la torre de Babel! Uno habla en latín y los demás miran extasiados fingiendo como si se enterasen de algo. Y digo yo ¿el papa comentará en latín con su secretario el resultado del partido de fútbol presbíteros contra monaguillos? ¡Me gustaría escucharlo pardiez! ¡Me reconcome la duda, oye!), en apariciones de la virgen envueltas en ¡oh! aromas a rosa (¡Ay que juego da la fermosa florecilla…según quién la porte, claro!), en posesas exorcizadas que gritan como un venao en la berrea, en que de tres peces sacaron comida para un regimiento hambriento (que caiga del cielo un milagroso cesto multiplicador de panes para “los pobres del mundo” ¡oiga! Eso es más práctico que tanta oración), en ciegos que vuelven a ver los colores del mundo (Parece ser que, según las crónicas, fue el primer oftalmólogo colegiado a divinis. A ver si vuelve a abrir la clínica porque en las mundanas cuesta un pastón arreglarse la vista), en que algo tan manejable como el astro sol detiene su viaje diario para satisfacer el espíritu guerrero de los israelitas (a ver si lo pueden hacer ahora ¡anda…!), en ¡oh gráciles levitaciones! (que nos enseñen el método que ¡verás tú el mercado de la aviación comercial!), en fín podríamos continuar y continuaremos, pero no es menester ahora adormecer las ya de por sí debilitadas conciencias, al menos eso es lo que dice la venerable institución eclesiástica.
Nuestra pequeña del inicio, comienza ahora a cuestionarse lo absurdo, ella no lo hace por eso, sino porque simplemente no acierta a comprender lo incomprensible. Poco a poco tendrá que hacer continuos actos de fe para concluir con el software convenientemente adaptado al disco duro y proceder a la entrada en el absurdo. Espero que no pierda esa natural característica del ser humano, la de cuestionarlo todo para poder desprenderse de capas, como la cebolla y poder llegar así a la verdadera esencia del ser humano.
¡Dios baja al mundo terreno y acalla las fauces del presbítero papal (*) que la va a montar gorda el muy ppffff….!

(*) Recientemente el único monje que puede darle sermones al papa, la ha “liaoparda” comparando la “persecución que sufre la iglesia” por las acusaciones de casos de pederastia con la presecución sufrida por los judíos. ¡Si es que los traiciona el consciente! Me imagino al papa medio adormecido en el sermón y dando un respingo al escuchar al pater soltar la fresca y exclamando en latín "UT TACEAM ISTUM HOMINIS PER DEUS" (¡Qué callen la boca a ese hombre, por dios! )

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