Cada día me pregunto por qué la diestra es la depositaria de los cariños del Padre eterno. ¡Siempre ha sido la preferida en su divina mente!, que diría con amargura la otra parte, es decir, la siniestra ó la izquierda según los gustos. La siniestra, o sea, la hermana pobre, el garbanzo “negro” (otro día nos hollaremos las neuronas con lo del color negro) del amado rebaño que bala por la placentera vida eterna. Hasta la palabra, siniestra, ha sido un término lingüístico peyorativo adoptado como muestra de lo extraño, lo raro, lo oscuro, lo malévolo ó diabólico. A nadie le gusta que nos llamen siniestros ¿ó no? La siniestra ó también la izquierda, ha cargado sobre sus hombros con la pesada carga de la perversión sin salvación posible mientras la diestra gozaba de los parabienes y loas de la cariñosa mano del Páter y sus legiones de angelicales corifeos. La diestra recostada sobre el pecho del Padre, blanca, resplandeciente, reluciente cuál dorada joya de la “London Tower” mientras la siniestra, expulsada del país de las maravillas, sobreviviendo en la oscuridad, en lo oculto, en lo que intrínsecamente provocaba miedo desde que saltábamos como macacos delante de los grandes predadores.
La diestra aparece en bastantes pasajes evangélicos, exaltada desde tiempos inmemoriales como la primera fila de platea en el gran teatro celestial con vistas al palco del Gran Jefe. La izquierda con suerte consigue entradas de paraíso (nunca he comprendido porqué las llaman así, si son las peores entradas del teatro, quién sabe). Recordemos que el buen ladrón (primer ejemplo de reinserción divina) estaba a la diestra del Cristo, el mal ladrón ¡cómo no!..¡a la izquierda! (Si observaras la entrañable escena por detrás todo cambia, claro). Los buenos cristianos ¿a dónde van?...a sentarse a la diestra del Padre ¿y los malos? A la izquierda, para no variar los planes celestiales. Y digo yo, ¿si se sientan todos a la diestra, no acabarán desequilibrando el cielo con el consiguiente riesgo de caída a los infiernos? Y si hay tanta gente a la diestra, ¿no se queda entonces el mismísimo Dios en el extremo izquierdo de la escena?
La ley del equilibrio alcanza hasta aquéllos celestiales lugares, por lo que si nada cae desde arriba (nadie ha visto aún muestras del menaje celestial) es que la siniestra equilibra a la diestra y por tanto el infierno equilibra al cielo. Luego…¡Oh milagro! ¡Nadie hay en más alta atalaya que el resto! Qué maravillas nos depara la física. En fin.
¿Hasta dónde llegaba ésta “noble” enseñanza? Pues hasta el extremo de impedir que los benditos niños y niñas que empezaban en la escuela usaran la siniestra extremidad para la escritura, llegando incluso ¡Pardiez! a la atadura del miembro para evitar el pecado. ¿Lo noble? Escribir y saludar con la derecha. ¿Lo rufianesco? Escribir con la izquierda. ¿Más?...Podemos encontrarlo en las sagradas escrituras. Del triunvirato que decora los frescos de las paredes vaticanas, Páter, Filius et Espirito Santo (No el del afamado banco, por supuesto), Cristo está sentado a la diestra del Páter...entonces ¿a quién le ha tocado la china? Me temo que al Espíritu Santo, pero como tiene esa divina propiedad del vuelo palomero, lo debe evitar revoloteando sobre las blancas crines del Páter. ¿A la izquierda? ¡los condenados/as!
De éstos beatos pensamientos procede el fraterno amor que puebla la palabra de los próceres eclesiales cuando se refieren a cualquier cosa que proceda del maldito lugar, es decir, de la izquierda. ¡Si es que son unos rojos! Mascullan con los labios prietos, tras profundas lecturas de la obra de San Agustín y el beato Balaguer.
Dios quédate de baja ahora que hace mucho calor…hasta para pensar…esa actividad que hace calentar tanto la cabeza. Por cierto ¿Contáis con divino aire acondicionado en los vergeles celestiales? ¿Cuantos decibelios tiene? ¿Es de clase A?
La diestra aparece en bastantes pasajes evangélicos, exaltada desde tiempos inmemoriales como la primera fila de platea en el gran teatro celestial con vistas al palco del Gran Jefe. La izquierda con suerte consigue entradas de paraíso (nunca he comprendido porqué las llaman así, si son las peores entradas del teatro, quién sabe). Recordemos que el buen ladrón (primer ejemplo de reinserción divina) estaba a la diestra del Cristo, el mal ladrón ¡cómo no!..¡a la izquierda! (Si observaras la entrañable escena por detrás todo cambia, claro). Los buenos cristianos ¿a dónde van?...a sentarse a la diestra del Padre ¿y los malos? A la izquierda, para no variar los planes celestiales. Y digo yo, ¿si se sientan todos a la diestra, no acabarán desequilibrando el cielo con el consiguiente riesgo de caída a los infiernos? Y si hay tanta gente a la diestra, ¿no se queda entonces el mismísimo Dios en el extremo izquierdo de la escena?
La ley del equilibrio alcanza hasta aquéllos celestiales lugares, por lo que si nada cae desde arriba (nadie ha visto aún muestras del menaje celestial) es que la siniestra equilibra a la diestra y por tanto el infierno equilibra al cielo. Luego…¡Oh milagro! ¡Nadie hay en más alta atalaya que el resto! Qué maravillas nos depara la física. En fin.
¿Hasta dónde llegaba ésta “noble” enseñanza? Pues hasta el extremo de impedir que los benditos niños y niñas que empezaban en la escuela usaran la siniestra extremidad para la escritura, llegando incluso ¡Pardiez! a la atadura del miembro para evitar el pecado. ¿Lo noble? Escribir y saludar con la derecha. ¿Lo rufianesco? Escribir con la izquierda. ¿Más?...Podemos encontrarlo en las sagradas escrituras. Del triunvirato que decora los frescos de las paredes vaticanas, Páter, Filius et Espirito Santo (No el del afamado banco, por supuesto), Cristo está sentado a la diestra del Páter...entonces ¿a quién le ha tocado la china? Me temo que al Espíritu Santo, pero como tiene esa divina propiedad del vuelo palomero, lo debe evitar revoloteando sobre las blancas crines del Páter. ¿A la izquierda? ¡los condenados/as!
De éstos beatos pensamientos procede el fraterno amor que puebla la palabra de los próceres eclesiales cuando se refieren a cualquier cosa que proceda del maldito lugar, es decir, de la izquierda. ¡Si es que son unos rojos! Mascullan con los labios prietos, tras profundas lecturas de la obra de San Agustín y el beato Balaguer.
Dios quédate de baja ahora que hace mucho calor…hasta para pensar…esa actividad que hace calentar tanto la cabeza. Por cierto ¿Contáis con divino aire acondicionado en los vergeles celestiales? ¿Cuantos decibelios tiene? ¿Es de clase A?
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