domingo, 9 de enero de 2011

NAVIDAD, NAVIDAD, DULCE NAVIDAD...

Ahora que han transcurrido estos días de interminable felicidad, opíparas comilonas e inyecciones intravenosas de consumismo desenfrenado, puedo sin temor a quebrar la frágil economía nacional atreverme a contar las verdades del barquero.
Bueno…¡Ahora viene éste otra vez, a quebrar la convivencia! Pueden exclamar, no sin razón, los ávidos comerciantes navideños. Pero, ¿Qué sería de la Navidad sin las piadosas imágenes del nacimiento? ¿Qué sería de la navidad sin el rollizo infante de brazos abiertos? ¿Sin la burra ni el buey? ¿Sin los regordetes angelitos? ¿Sin los tricolores Magos venidos del mágico Oriente? Ni me lo imagino. Pudiera parecer que apenas ya nadie les presta atención, estamos de acuerdo, pero sin ellas nuestros generosos estipendios vertidos en los cepillos comerciales no tendrían sentido. Las interminables visitas a las modernas catedrales de la moderna religión consumista, serían menos de lo que son. ¡Qué serenidad de espíritu nos invade al pasar la tarjeta por la maquinita, pardiez! ¡Qué fulgurante luz nos sobreviene al ver los cargos en la cuenta corriente!
Vayamos al grano, que me pierdo. La piadosa leyenda del portal de Belén, con todo su elenco de estrellas navideñas, no pasa de ser más creíble que un cuento de Andersen. ¡Y mucho ojo! ¡Que no lo digo yo! Que lo dicen sesudos y sesudas estudiosos/as de la historia.
Comencemos por el lugar del divino parto. Al parecer el hoy venerado lugar, la basílica de la Natividad en Belén, cercada por un próspero mercado de piadosos souvenirs, fue designada en su día por Santa Catalina, la augusta madre del emperador Constantino, a golpe de dedocracia. Este sistema, que tiene sus ventajas oiga, tiene el inconveniente de no ser muy fiable desde un punto de vista científico. Y al cabo de los siglos todo se sabe…¡Puñetas! El santo lugar objeto de millares de visitas, fue en el siglo III una gruta consagrada al dios Adonis. Llegados los cristianos a la gruta les pareció un preciosísimo lugar para ubicar el natalicio del salvador y hete aquí que por obra y divina gracia, quísole que lo fuera. Fue pues. La justificación hubo de venir posteriormente en imnumerables textos a propósito, por ejemplo cuando san Jerónimo se quejaba amargamente “En la gruta donde el niño Jesús emitió sus primeros vagidos, se lloraba al amante de Venus”. Al parecer el que el niño y el resto de la sagrada familia, estuvieran en Belén, no pasa de ser una verdad teológica, o lo que es decir, que no tiene ni sostén ni soporte histórico. De haber nacido lo hubiera hecho en Nazaret de donde supuestamente, procedía su familia, ya que tampoco tiene mucho sostén histórico lo de la huida a Egipto, ni por supuesto el piadoso motivo como fue la matanza de inocentes.
El día del natalicio del niño Jesús, coincide por esas casualidades del destino, con la fecha del natalicio de no menos de diez dioses anteriores al tierno infante nacido en Belén. Entre los más conocidos están, Mitra (dios asirio), Osiris (dios egipcio), Krishna (dios indú), Dionisos (dios Griego) y otros tantos más. Además en la mitología natalicia de estos dioses paganos, se encuentran asombrosas similitudes con el relato evangélico. Respuesta de catequesis: son verdades teológicas y pelillos a la mar. Nuestro dios es el de verdad y los demás son paganos.
El 25 de diciembre los romanos paganos, celebraban el culto al Sol Invictus, culto derivado de Mitra, por cierto también llamado Hijo de Dios y Luz del Mundo. En diciembre también, el día 17, celebraban Las Saturnales, en las que se regalaban objetos entre los miembros de la familia.
Para colmo, la ocurrencia del Papa Liberio en el 354 d.C., de colocar el nacimiento del niño el día 25 del año en que lo hizo, continuando con la ancestral tradición, contiene un monumental error de cálculo. Un error en cuanto a los años transcurridos d.C. (después de Cristo). Así tenemos que el piadoso monje escita Dionisio el Exiguo, por infusión y divina intercesión en genuflexa posición, calculó que el nacimiento de la divina criatura fuera en el año 753 de la cronología romana. Sin embargo y considerando el famoso edicto del censo al que aluden los evangelios, éste parece ser que tuvo lugar el año 747 romano. Por tanto hay una diferencia de -6 añitos de nada. Es decir, de haber realizado nuestro monje bien los cálculos, hoy estaríamos en el año 2005 d.C.
Los Reyes Magos, coinciden todos/as los/as estudiosos/as, en que no tienen base histórica alguna. Responden a una necesidad de abrir la nueva religión a las gentes del Oriente. Contienen bastantes elementos simbólicos, como son el número 3, el oro, el incienso y la mirra y por supuesto, los nombres y otros detalles navideños, proceden de los evangelios apócrifos, es decir, de los evangelios no aceptados por la iglesia de Roma. Nada se sabe si uno de ellos era negro, a lo mejor pudieran haberlo sido los tres ó ninguno ¡Quién sabe! ¡Pero qué exótico queda!
No quiero que éste modesto texto, contribuya al menoscabo de la economía nacional, así que en honor de los Reyes Magos de Oriente, Melchor, Gaspar y Baltasar, salgan en el futuro a consumir con denuedo, sin resuello ó ¡con demostración alguna de piedad!
Dios tú que todo lo puedes, envíamos unas pruebas ¡que no den lugar a la más mínima duda! Abandona ya tu pertinaz baja y ponte manos a la obra, que queda una tacá por hacer.